NEURÓNIKA

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¿Cómo escapar de la corriente continua de los Pixies? Los Pixies son crueles y elegantes. Emiliante dice que eso es puro pop con daño y Remo asiente.

samedi 24 octobre 2009

Una discursividad superior



Ποίησις. Creación. La idea misma del hombre es poesía. Poesía animal. Hemos reservado para nosotros las pulcras etiquetas de homo sapiens, homo ludens, homo ridens, homo scribens, homo loquens. Sobre todo, ésta última. Hombre que habla, dotado de palabra, río de expresión. Que entre todos atributos humanos tenga un lugar de privilegio nuestra capacidad de hablar, y que no veamos con los mismos ojos los demás, muestra la importancia que concedemos a la palabra, una importancia radical, instintiva, inconsciente, real. La palabra es construcción y posibilidad, es el todo, el inicio de todo, la raíz, el cielo. No existe pensamiento fuera de las palabras (Louis Aragon). La palabra le da sus límites al mundo (Ludwig Wittgenstein) y nos crea. Para escribir a un hombre, hacen falta todas las palabras (Roberto Juarroz). Lo que somos es palabra que se vuelve hacia un ser de palabras, metahumanamente, metapoéticamente.

Jacques Lacan llega al límite. "Toda palabra tiene siempre un más allá, sostiene varias funciones, envuelve varios sentidos. Tras lo que dice un discurso está lo que quiere decir, y tras lo que quiere decir está otro querer decir, y esto nunca terminará a menos que lleguemos a sostener que la palabra tiene una función creadora, y que es ella la que hace surgir la cosa misma, que no es más que el concepto." Representa la palabra el orden simbólico, a partir del cual, los otros órdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se ordenan. Ostenta, por tanto, la palabra una función claramente creadora. Existe lo que podemos decir y, porque podemos decir, existimos.

En este orden de cosas, el instinto ilumina a Juan y le hace comenzar su Evangelio con el archiconocido texto: "In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in principio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt: et sine ipso factum est nihil, quod factum est: in ipso vita erat, et vita erat lux hominum: et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt".

Hay, además, algo atávico en la idea que el hombre tiene de lo poético. Caótico y divino, pecado original, forma sublime del miedo, la desdicha, la impiedad, la clarividencia, el fulgor, el daño, la dicha, la Palabra es el primer atributo de lo humano, el atributo del que todos los demás penden, desde el que todos los demás son. Y la palabra poética -palabra anterior a la palabra- es el principio. Antes de la palabra hay una Palabra, de la que la palabra es apenas el atuendo material y conceptual. Si la palabra crea el mundo, quién crea a la palabra. Si para pensarnos, para hablar de nosotros, para hablarnos, nos valemos de palabras, ¿qué otra cosa somos sino palabras? Por supuesto, el secreto mejor guardado en Un mundo feliz de Aldous Huxley es la literatura de William Shakespeare, aquello capaz de hacer de un trozo de carne con ojos un hombre, un hombre libre.

Pero antes, es ancestral y genesíaco, inaugurador y primigenio lo que hemos de llamar "poético". Más allá del arte, trascendiendo el ámbito de la lengua y el lenguaje, la poesía ha de ser concebida como una realidad espiritual generatriz, el simulacro que ordena el simulacro del caos.

Estructura latente del mundo, que sólo existe desde ella, tela de araña de la existencia, de la realidad, del cosmos, cercana al juego, al delirio, a la iluminación, a la inconsciencia, a la transgresión, quizá la poesía sea primordialmente expresión. Expresión de una humanidad consciente de su dolor, maravillada por las tormentas, entregada a la seducción de las palabras, arropada al calor de un adjetivo. Expresión sin por qué ni para qué, magia, balbuceo de gozo, místico, panteísta, revelador, rebelde, expresión en sí, porque sí, iniciática.

Lo comunicativo es algo secundario y seguramente menos trascendente. La comunicación no es más que la rémora del fondo social en el que utilizamos el lenguaje, dirigido al otro, pragmática de la expresión, que se convierte en uso, intercambio, en reflejo, en ir y venir, en.

Ir a la poesía es desaprender a hablar, regresar al estadio inicial en que se fundó la palabra, a un mundo protoverbal, al mundo en el que el dios de las escrituras ni siquiera sabía hablar. ¿Cuándo empieza dios, el significante y el significado total, a hablar? ¿Era dios apenas un chirrido, un grito, el grito que el hombre ha ido puliendo, limando, expresando hacia la palabra?