La última poesía del llano
en llamas
Andrés García Cerdán
Una
onda expansiva recorre nuestra poesía. No debería ser noticia, pero lo es. Se
podría hablar de un estallido generacional, transmitido de mayores a menores, libro
a libro, boca a boca. La poesía albaceteña es en la actualidad una de las
poesías más poderosas del ámbito hispánico. No exagero. Y, sin embargo, echando
un vistazo a lo ocurrido estos últimos años, se aprecia una profunda
descompensación entre la excelencia de los creadores y las repercusiones que alcanza
esta voz poética fulminante, alzada desde provincias. Lejos de los centros de
poder mediático y cultural, lejos de todo, se ha ido abriendo paso con
brillantez una poesía abundante, profunda, increíble. Recordaré que son albaceteños
tres de los últimos Premios Adonáis o que, muy recientemente, poetas de aquí
han recibido los premios Ojo Crítico, Jaime Gil de Biedma, Alegría, Alarcos,
Barcarola, Ciudad de Jaén, Hermanos Argensola, Fray Luis de León, Antonio
Machado en Baeza, Gerardo Diego, Ciudad de Almuñécar, Joven de RNE, Antonio
Gala, Ciudad de Pamplona, Arcipreste de Hita, Antonio Oliver Belmás, Antonio
Machado del Tren, Manuel Alcántara o
Juan Ramón Jiménez, por decir solo algunos. Paralelamente, se han
sucedido las publicaciones en las mejores editoriales de poesía del país:
Adonáis, Pre-Textos, Visor, DVD, Renacimiento, Hiperión, Valparaíso, Vitruvio,
Isla de Siltolá, La Bella Varsovia. Parecería imposible la invisibilidad. Y,
sin embargo, estos poetas siguen ausentes de las antologías y de los medios. También
de las antologías de nuestra tierra, de nuestros programas culturales y de
nuestros medios de comunicación.
Los
libros que han merecido estos reconocimientos están a la altura del prestigio
que los premios implican. Contra viento y marea, desde un anonimato fervoroso, los
poetas han hecho un trabajo de una lucidez absoluta. Sin temor a equivocarse,
se podría hablar de una “Generación de fuego” o de “Poetas del llano en
llamas”. La veta poética que los aúna oscila entre la contemplación de la
naturaleza, la poesía del conocimiento, la cultura urbana y la crítica social, siempre
desde una elocuente depuración del lenguaje y una especial flexibilidad de las
formas poéticas.
Herederos
de esa amplia tradición nuestra que va de Garcilaso a Ángel Crespo o Antonio
Martínez Sarrión, nuestros poetas de hoy son muchos y muy especiales en su esplendor.
Exquisitos en su cuidado de la música y la inteligencia y en su atención a la
realidad contemporánea, es difícil pensar que su labor pase desapercibida. Apuntaré
solo los nombres de algunos poetas imprescindibles y solo los títulos de
algunos de sus últimos libros: Arturo Tendero (Alguien queda, Renacimiento, 2013), León Molina (Mapa de ningún sitio, Isla de Siltolá,
2015), Javier Lorenzo (Territorio
frontera, Visor, 2012; Manual para
resistentes, Valparaíso, 2014), Luis Martínez-Falero (Fundido en blanco, 2011, Fundación JRJ), Rubén Martín Díaz (El mirador de piedra, Visor, 2012; Arquitectura o sueño, Isla de Siltolá,
2015), Antonio Rodríguez (Los signos del
derrumbe, Hiperión, 2014; Insomnio,
Fractal, 2013/Origami, 2015), Constantino Molina (Las ramas del azar, Adonáis, 2015), Julián Cañizares (La lealtadmantenimiento, Isla de
Siltolá, 2015), María Moreno (Antropología
del asco, Vitruvio, 2011), Francisca Gata (Despiece de la infancia, Vitruvio, 2014), Lucía Plaza (Lonely Planet, Fractal, 2015), Mercedes
Díaz Villarías (This is your home now,
2011, autoed.), David Sarrión (Breve
teoría del desastre, Huerga&Fierro, 2015), Matías M. Clemente (Dreno, La Bella Varsovia, 2015), el
jovencísimo Javier Temprado (Los vértices
del tiempo, Isla de Siltolá, 2015). No son los únicos. No son solo nombres,
por supuesto. Permítanme sumarme, con toda modestia, a esta fête de la poesie. En 2015 ha aparecido La sangre en Valparaíso. Muy pronto
saldrá Barbarie, en Adonáis.
Da la
sensación de que se está perdiendo una oportunidad de oro para convertir
nuestra tierra en un referente literario del más alto nivel y en un destino
cultural de calidad. Fracasan los grandes proyectos millonarios que se olvidan
de apostar por los jóvenes, por el talento, por la innovación. Sin duda,
merecemos un Festival de Poesía a la altura de Cosmopoética o el Festival
Internacional de Poesía de Granada. Los agentes culturales castellano-manchegos
que deberían canalizar esta explosión creativa son prácticamente inexistentes.
Los apoyos institucionales, nulos o, peor aún, insultantes.
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