dimanche 18 avril 2010
Diamante
Atraviesa la red transparente de las personas, el mar de mesas vestidas de blanco, la elegancia fugaz de la noche, y sitúate en un rincón exquisito, en el coîn de table, en el kibutz del deseo. Busca tu perspectiva y tu intimidad, tu espacio vital y tus vías de escape, tu camino libre hasta la puerta, tu cercanía a los metros cuadrados en los que se baila. Busca una conexión directa, de banda ancha, con los camareros. Busca una luz que no te dé de lleno en la cara, que no te sitúe en el centro de la escena, pero que te deje estar así, encantado, anclado en esta hermosa bahía del restaurante. Mira por el ventanal las calles limpias de esta ciudad. Mírala a los ojos y aprende que aquella música que te latía dentro es ahora la música de este sitio.
Este es, sin duda, el mejor sitio de la ciudad. Abrieron El Iruña un día de octubre de hace tiempo. El neón vuela cerca del techo. Los camareros se mueven detrás de la ese líquida de la barra, como delfines en medio de un océano de noche. Lo único que puede pasar ya es que encuentres lo que buscas.
Acuérdate de los años en que vivir era habitar un huracán. Pero ahora descansa. Aprende que, como el vino tiene el color de la piel de la uva, el color de las cosas tiene un pulso íntimo que llega desde otro tiempo. El color de otra piel, tocándote sobre la mesa, te inaugura. Así inaugura la luz el milagro de los días.
Pones tus sueños en el filo de la copa que bebes, sosteniéndola con la arrogancia severa de un emperador romano. En ese mismo surco de cristal pones tus labios y dejas que el aroma, como una sangre nueva, vaya cuerpo adentro. Dejas también que esta sensación de paz, que traza el laberinto rojo de tus venas, inunde el rostro de la persona a la que amas. Y bebes con la tranquilidad y el placer con que se besa a una madre.
Ella bebe un trago y cierra los ojos. Cuando los abre, amanece en la ciudad. Aquella música de siempre sigue sonando mientras apuras la noche.
Acabada la cena, mírate en el fondo de la copa. Mira el fondo de la copa como si te miraras a ti mismo. Encuentra lo que estabas buscando y piensa que para llegar al centro de un diamante, sin romperlo, hay que ser luz. La misma luz que buscas es la luz que eres.
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1 commentaire:
!Qué bien escribes y qué poco!
Me gustó volver a verte.
A ver si las letras nos vuelven a reunir.
Beso de-le-trea-do
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