Lick your lips as I soak my feet
-Amy Winehouse-
Despertadme a las siete, por favor. Dejaré
que mi cuerpo se pierda una vez más
por las calles de un sueño que me llama
desde hace tiempo –voy desnuda y descalza
por el centro herido de una avenida,
es de noche y los taxis se detienen
en esquinas llenas de posters y contendedores de basura,
un gran árbol de flores blancas me da cobijo
bajo su sombra, dentro de su luz.
Es blanco nuclear
el rincón que mi cuerpo busca ahora,
cuando agonizo,
en el momento de perder las riendas
por el fuego y el éxtasis de Londres.
Mi cuerpo quiere el frágil desencanto
del edificio que está siempre a punto de derrumbarse.
Mi boca prefiere el oscuro lenguaje de los márgenes,
la profundidad de la voz del viento
en este infierno
donde, al menos, la radio está siempre encendida
y siempre suena a soul y a blues.
Dejadme dormir
un poco. Despertadme cuando el ruido
de la apisonadora haya acabado,
cuando hayan acabado este horrible estornudo de realidad
y este miserable puritanismo histérico
que convierte los huesos de los hombres
en papel de periódico
con que se envuelve el pescado podrido.
Despertadme cuando el presentador
de las miserias de este mundo haya reventado.
Con todas mis fuerzas deseo
que les exploten en la boca todos
sus putos reality shows
a esas sanguijuelas hijas de puta,
que han olvidado el lenguaje
y que han olvidado la verdadera cara de los ángeles.
Dejadme dormir. Solo un rato
dormir. Quiero lamerme los labios, ver en sueños
un mar de whisky de verdad,
entender hasta dónde,
hasta dónde se puede caminar en la tierra,
hasta dónde puedo pisar sin hundirme en el fango,
hasta dónde, sin que mis pies de estrellas
se claven en la mierda de los otros.
Esto es algo que se aprende:
el paraíso solo puede ser artificial.
En esa lejanía artificial
encontré las únicas ropas pulcras
y los únicos ojos transparentes del mundo.
Nada hay –nada hubo– bajo el cielo
digno de la pena absoluta
de ver bufar a los incrédulos,
a los tristes de corazón, a los estúpidos.
Y dejadme deciros
bajo este gran árbol de flores blancas
que os están enterrando vivos
y que, si alguna vez os preguntaran qué significa vivir,
os miraríais, unos a otros, atónitos y ridículos,
levemente idiotas,
y que no haríais nada: tan solo dejar de miraros,
devolver vuestros ojos a la televisión,
asistir como cerdos al momento
en que el mismo presentador hijo de perra,
en muy breves instantes,
estará hablando con desprecio, sin lenguaje,
de mis canciones, que nunca oirá,
y de mi muerte.
1 commentaire:
Gracias man..
Maldito puritanismo histérico.
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